Pedrito era un pequeño caracol de bosque que deseaba encontrar a un amigo o amiga. Caminó y caminó hasta llegar a un huerto. Allí había unas babosas que se rieron de su caparazón.
Pedrito, triste, se ocultó en su caparazón. Tras unos cuantos días descansando, llovió, y Pedrito salió dispuesto a irse a vivir a otro lugar, pero al sacar la cabeza vio a una pequeña babosa que se había asustado al verlo.
- No te asustes, sólo soy un caracol.
- No, no es una piedra, se llama caparazón, es mi casa. Cuando tengo frío o llueve mucho me escondo dentro y me siento mejor.
- Pues me gustaría tener un caparazón como tú. ¿Cuándo me crecerá?
- Tú eres una babosa y vosotras no tenéis caparazón, pero si quieres podemos intentar encontrar uno vacío.
- Me gustaría mucho, dijo la babosa pequeña dando saltos de alegría.
Los dos amigos se pusieron a buscar por todo el bosque y finalmente debajo de la hojarasca encontraron un caparazón precioso, con una espiral dibujada, pero le iba tan grande, que decidieron buscar otra.
Al cabo de un buen rato encontraron un pequeño caparazón, pero era tan menudo que la babosa no cabía de ninguna de las maneras. Se puso tristísima y el pobre Pedrito no sabía qué hacer para que parase de llorar.
Finalmente se le ocurrió una brillante idea:
- Podríamos compartir mi caparazón, dijo Pedrito para consolar la babosa.
- ¿De verdad harías esto por mí?
- Pues claro que sí. Eres mi amiga. Se hizo de noche y los dos compañeros se pusieron a dormir, el caracol se acurrucó al fondo del caparazón y la babosa cupo perfectamente.
- ¡Buenas noches! dijeron los dos a la vez.
Os dejo este pequeño cuento que nos enseña el valor de compartir con los demás.
¡HASTA PRONTO!
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